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Comunicado Del Presidente Montilla Sobre La Diada Nacional 2016

Comunicado del Presidente Montilla sobre la Diada Nacional 2016

DIADA NACIONAL 2016

La Diada Nacional, la fiesta del 11 de septiembre, debe ser una fecha de concordia entre todos los catalanes y las catalanas. Debe ser la fecha de homenaje a nuestros símbolos y a nuestras instituciones de autogobierno. Debe ser, también, la expresión colectiva de un sentimiento de pertenencia a una nación lo suficiente abierta y generosa como para tratar como patriotas a todos los ciudadanos y ciudadanas comprometidos con el bien común, con la democracia y con la libertad, por encima de su ideología y de su adscripción a una fuerza política determinada. La Diada Nacional debe significar el reencuentro de todos alrededor de nuestra bandera cuatribarrada, la que a todos nos representa, tengamos un proyecto político u otro bien distinto.
Creo, y lo sigo diciendo con la misma preocupación que en estos años anteriores, que corremos un riesgo muy elevado de que nuestra Diada nacional se convierta en sí misma en motivo de confrontación. Si a las celebraciones de la Diada sólo se pueden encontrar cómodos los que promueven una determinada vía para la solución de nuestros problemas políticos, económicos y de autogobierno – que son reales – estaremos debilitando el valor institucional y transversal de la Diada y esta acabará perdiendo vigor y capacidad de atracción, ya que no todo el mundo la considerará como propia. Por eso es tan importante que, de nuevo, afirmemos que Catalunya es una sociedad plural y todos, especialmente los que tienen o hemos tenido responsabilidades políticas e institucionales, lo sepamos reconocer y actuemos en consecuencia. Es preciso repetir una vez más que nadie puede pretender el monopolio de la catalanidad y del patriotismo.

Nuestro país sigue, ciertamente, en medio de una severa crisis institucional producida por la incapacidad de los gobiernos de Catalunya y de España para iniciar una vía de diálogo, negociación y pacto sobre la necesaria actualización de nuestro autogobierno y, muy especialmente, del sistema de financiación de nuestras instituciones de gobierno.

Los problemas son reales y el paso del tiempo, ocupados en la retórica de la confrontación unos y otros, no ha permitido encontrar el camino para solucionarlos. Catalunya necesita un marco legal y constitucional que reconozca su carácter nacional y garantice un mayor respecto a sus instituciones, clarifique sus competencias y su ejercicio, fije las reglas de juego para la participación en las decisiones comunes de España y establezca un sistema de financiación de nuestras políticas públicas, basado en la corresponsabilidad fiscal, la solidaridad de todos con todos, un reparto justo de los recursos que entre todos generamos y unos mecanismos federales de acuerdo y de reconocimiento de las respectivas responsabilidades.

Son muchos los catalanes y las catalanas que piensan que la única vía posible es la secesión y la creación de un nuevo Estado independiente. Y se merecen el respeto de todos. También son muchos, y conviene que nadie lo pierda de vista, los que no comparten esta visión. Y se merecen el mismo respeto.

Pero el hecho es que el camino transcurrido en estos últimos años, en el que el discurso oficial que se ha impuesto es el de la secesión, no ha aportado ninguna mejora en ninguno de los problemas planteados. Lo que hemos visto a lo largo de estos años es que la mejora del autogobierno, de las competencias de la Generalidad y los cambios necesarios en la financiación, no han venido de la mano de la retórica y de las declaraciones.

Algunos, de entre los partidarios del proceso secesionista, reconocen abiertamente la desorientación y la fatiga que sufre el movimiento independentista por su falta de resultados tangibles. Y es cada vez más frecuente oír apelaciones al riesgo de situarnos, todos, en un callejón sin salida, si no ponemos un poco más de sensatez y menos de intransigencia política e ideológica. Conviene no olvidar que los momentos de nuestra Historia donde la sensatez y el espíritu de concordia se han debilitado han supuesto grandes retrocesos colectivos. Reconozcamos que no hay soluciones mágicas ni atajos maravillosos. Tampoco hay, al margen de la literatura, ni Itaca ni el Paraíso perdido.

Lo que tenemos son problemas concretos que requieren soluciones concretas. Los problemas son reales, pese a que el gobierno español se haya empeñado en ignorarlos. Pero las soluciones también están ahí: tan reales como lo puedan ser los mismos problemas. Reales y al mismo tiempo difíciles y ciertamente contradictorias.

Superar la situación de bloqueo en la que nos encontramos requiere un cambio de actitud.
En primer lugar es necesario que haya gobierno en España y que este gobierno entienda que es imprescindible encontrar una solución, que sólo puede construirse si hace un diagnóstico compartido y acepta la necesidad de construir un nuevo pacto constitucional que facilite el encaje de Catalunya en España. Un nuevo gobierno que reconociendo el valor innegable de la Constitución y su positiva trayectoria, admita la necesidad y la urgencia de su reforma y abra el camino para concertarla con las fuerzas políticas, con el horizonte puesto en el referéndum que deberá validar. De aquí debe salir el nuevo pacto entre Catalunya y España que nos permita a nosotros, catalanes y catalanas, recuperar el liderazgo en la economía, la política, la cultura y el buen gobierno. Cierto es que debemos recordar que el gobierno central ha caminado justamente en la dirección contraria y así, con la intransigencia y falta de respeto hacia nuestro autogobierno que ha presidido sus políticas, ha contribuido como el que más a deteriorar una situación que sólo nos lleva al debilitamiento del autogobierno y a la división de la sociedad catalana.

Y en segundo lugar es necesario que el gobierno y las instituciones de Catalunya comprendan que la vía del «nosotros solos» o del «todo o nada» no fortalecen, sino al contrario, debilitan nuestras instituciones. Este camino no lleva ni al bienestar ni a la concordia que nuestra sociedad reclama.

Esta vía no facilita una acción de gobierno que vuelva a poner en el centro de nuestra vida política las medidas necesarias para el desarrollo industrial, el impulso de la investigación o la protección de las políticas públicas relacionadas con la educación, la salud o los servicios a las personas.

Hago un llamamiento, con toda la modestia que corresponde, a las personas que tienen responsabilidades públicas e institucionales para que reflexionen y sean capaces de superar el momento de bloqueo y confrontación. Eso exige una voluntad, que debe ser compartida, de diálogo, negociación y pacto, elementos consustanciales de la política democrática.

 

José Montilla

9 de septiembre de 2016

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