
Entrega de las Creus de Sant Jordi 2010
Con estas palabras (que adapto respetuosamente) Joan Maragall se presentaba ante su «Señor», en el Cant Espiritual.
La suya es también nuestra patria. Sea como fuere. Diversa y temporal. Una tierra más o menos extensa y todo lo que nace y vive.
El solo hecho de reconocerlo es una afirmación espontánea y orgullosa de nuestra catalanidad.
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Este acto de entrega de las Creus de Sant Jordi es, pues, la confirmación -cada año renovada- de la riqueza humana de Catalunya, la patria del poeta Maragall, de quien este año conmemoramos el Centenario.
Pero las Creus son, a la vez y sobre todo, una oportunidad para señalar y subrayar, a través del ejemplo de los galardonados, determinados valores perdurables y distintivos de nuestro talante colectivo, practicados en grado de excelencia o de forma virtuosa, más allá de los estereotipos y de las modas.
La trayectoria de los galardonados de este año nos remite, como ha pasado tantas veces, a un compromiso continuado con el esfuerzo, el trabajo, el sacrificio y la dedicación. También con el arrebato creativo y el coraje emprendedor.
Todas ellas calidades practicadas lejos de cierta tiranía de la inmediatez, tan propia de nuestros días, pero de una eficacia y vigencia más que contrastadas.
La crisis económica que estamos sufriendo es la evidencia última que no hay caminos fáciles para lograr el éxito. Que, contrariamente al que pregonan las voces de la cultura hedonista, nada surge por generación espontánea.
Decimos a menudo que hay que recuperar valores clásicos, renovarlos y cultivarlos con más dedicación y constancia. Nunca podemos dejar de hacerlo. Nunca deberíamos dejar de poner en valor actitudes vitales que a través del ejemplo y la palabra constituían un patrimonio que definía nuestro talante colectivo.
Ahora bien: Continuidad no equivale a inmovilismo. Continuidad no significa resistencia al cambio.
La continuidad es coherencia con los valores y los tiempos, es sumar y enriquecer el poso colectivo.
Es apreciar, en su justa medida, qué hay de perdurable y qué de fugaz.
Es evitar confundir lo efímero con lo esencial. Manteniendo, en la constatación de estos rasgos esenciales, la ilusión necesaria para ir hacia adelante. Evitando la tentación que el desánimo debilite la autoconfianza.
Todo esto es válido, tanto para las trayectorias individuales como por las colectivas. Porque más allá de coyunturas políticas y del ruido interesado, está la realidad perenne de un pueblo.
De un pueblo de historia milenaria, de cultura y lengua sólidas y reconocidas y de una voluntad de autogobierno expresada a través de su primera institución, la Generalitat de Catalunya, que conmemoraba hace pocos meses, su 650 cumpleaños.
Nuestro pueblo y nuestras instituciones quieren creer que su voluntad el autogobierno expresada democráticamente, con un respeto escrupuloso por el ordenamiento jurídico, será atendida y respetada.
El nuestro es un pueblo que, siempre que ha hecho falta, ha salido en defensa de su dignidad. Y está dispuesto a volverlo a hacer tantas veces como haga falta, porque son sus derechos.
Porque ha expresado colectivamente y de forma bastante clara cuales eran sus aspiraciones. Y, también colectivamente, no contemplamos otra vía que la del pleno reconocimiento de esta voluntad.
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Las treinta y dos personalidades y las trece entidades que acabamos de reconocer dan continuidad y enriquecen el legado social, cultural, intelectual y cívico y Catalunya.
Bien cierto que, como ha pasado en otras ocasiones, el otorgamiento de las Creus, suscita opiniones de todo tipo, cosa que interpretamos como una prueba más de nuestra diversidad y pluralidad.
Pero la solidez y la diversidad de los referentes de un país, es un indicador elocuente de la calidad de sus cimientos.
Las personalidades que acabamos de distinguir constituyen referentes en sentidos muy diversos, como: la valía científica y académica, desde la física y la geología, a la antropología y el derecho;
Otros, reconocemos el compromiso cívico-político, ejercido desde las instituciones democráticas o en el campo espiritual.
De algunos se ha valorado especialmente el espíritu emprendedor en campos como la agricultura, la industria, o las finanzas; también su capacidad creadora e innovadora; la sensibilidad hacia la defensa, la enseñanza y la difusión de la cultura, las tradiciones, el folclore o la lengua catalanas; o el cultivo y la promoción de las artes.
Intereses y ámbitos de actuación múltiples bajo una misma máxima: hacer las cosas bien y hacerlas por una causa. Servir al país por el camino de la excelencia, aportando el máximo de sus capacidades.
Por otro lado, el grupo de entidades reconocidas nos permite trazar un perfil nítido de la diversidad de la sociedad catalana.
Son una pequeña selección de un abanico anchísimo que transciende los tópicos y estereotipos, demostrando el vigor y la vitalidad de nuestro tejido asociativo.
Catalunya es esto. Catalunya son ellos y ellas. Catalunya son estos espejos y todo un pueblo que se ve reflejado.
Del mismo modo, se ha podido reflejar en los centenares de ciudadanas y ciudadanos, entidades de todo tipo que desde hace treinta años la Generalitat va señalando como las más distinguidas por sus calidades y virtudes de entre todos nosotros.
Con la Creu de Sant Jordi, llamamos la atención de todo el país hacia ellos, hacia aquello que han hecho y lo que representan. Reconocemos su trayectoria y su comportamiento.
Es una compensación mínima por el esfuerzo de toda una vida.
Los galardonados y galardonadas, a través de sus trayectorias han hecho de su compromiso personal y profesional, la manera más constructiva de hacer país, de hacer Catalunya.
Catalunya no depende, solo, de sus instituciones públicas, políticas y sociales.
Depende del compromiso personal, cívico, íntimo, de cada uno de nosotros.
Hacer Catalunya, construir Catalunya, unir Catalunya, defender Catalunya, hacer progresar Catalunya, luchar por su futuro… es una empresa colectiva, sí; pero es, en primer lugar, individual.
Valoramos, admiramos y distinguimos su compromiso a lo largo del tiempo con la excelencia, la ética y el civismo. Resolviendo bien, muy bien, todos y cada uno de sus retos profesionales y vitales ustedes han hecho más patria y país que muchos discursos.
La nación empieza en el corazón y en el compromiso cívico de cada cual. No hay nación sin ciudadanos, ni sin sociedad.
Ustedes son un ejemplo, también, para las generaciones futuras y para los momentos de incertidumbre que nos rodean.
Cuando hay dudas, dificultades, miedos e inquietudes, es cuando hacen falta, más que nunca, actitudes ejemplares. Cómo las suyas. Como los de tantos otros.
Catalunya, y su Gobierno, les dan las gracias. Gracias a todas y a todos, en nombre del país, por su constancia y por su generosidad.