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La Lengua, Para Entendernos

La lengua, para entendernos

[ Artículo de Opinión publicado en el Ara.cat]

Ha sido suficiente con un sonoro titular periodístico (“Adiós socialista a la inmersión”) para desatar la polémica sobre un supuesto cambio de actitud del PSC en relación con la política lingüística, especialmente en el ámbito educativo. No importa que del contenido del artículo no se pueda desprender el mencionado titular, ni que la fuente usada para justificar esta tesis sea un documento de trabajo del próximo congreso socialista que apenas está en fase de enmiendas. Que un mero documento de trabajo acontezca punto de referencia para emitir opinión da fe de la importancia social y política de sus autores.

Creo que examinar el estado del modelo lingüístico del sistema educativo de Catalunya, no solo no nos tiene que preocupar sino, al contrario, nos tiene que interesar.

Bienvenido, pero, el debate, aunque haya empezado mal. Es bueno que hablemos, reflexionemos e incluso discutamos sobre la situación de la lengua –de las lenguas– en nuestro país. Pero hagámoslo bien. Seriamente. Examinando qué hemos hecho y legislado desde el 1980, viendo los problemas que han ido apareciendo en el trayecto, comprendiendo los cambios sociales, demográficos y de todo tipo que hemos vivido desde entonces y proponiendo soluciones que permitan que Catalunya sea una sociedad mejor, más cohesionada, más respetuosa y a la vez más respetada.

Los conflictos lingüísticos son muy peligrosos. Evitémoslos tanto como podamos porque contienen el germen de la división. De hecho, hemos tenido episodios de confrontación en este terreno, a menudo utilizados como ariete en la defensa de proyectos políticos: hay quienes querrían convertir los derechos lingüísticos individuales en un combate jurídico, exigiendo una rígida cuota horaria para cada lengua, sin entender que estos derechos individuales se tienen que ejercer en un espacio colectivo que es la escuela. Otros, con desconocimiento voluntario o involuntario de lo que dice el Estatuto y las leyes lingüísticas y educativas que hemos aprobado, querrían un sistema escolar monolingüe. Las dos vías, si se consolidaran, provocarían la división del sistema escolar en función de la lengua de las familias.

Este no es el camino. Repasamos las premisas sobre las cuales, en mi opinión, tiene que producirse este debate. En primer lugar, el catalán es la lengua propia de Catalunyaa, como establece el Estatut. Con la ayuda de nuestro autogobierno y de la sociedad catalana, el catalán ha demostrado una extraordinaria vitalidad. Hoy disfruta, en términos generales, de una muy buena salud. Sería bueno que nos preguntáramos qué le habría pasado sin las políticas públicas para su protección. En el contexto español y europeo, y con dos lenguas oficiales conviviendo en el territorio, el catalán es el eslabón débil. Por eso ha necesitado, necesita y necesitará -especialmente en algunos ámbitos- una protección que solo saldrá bien si está asociada al autogobierno y a un amplio apoyo social.

En segundo lugar, la cohesión social del país es también un bien a proteger. El objetivo de mantenernos como un solo pueblo (que nunca puede significar una colectividad homogénea desde el punto de vista ideológico, identitario o social) está asociado al funcionamiento inclusivo de los servicios públicos, especialmente de la educación.

El objetivo a lograr era (y es) que chicos y chicas conocieran, dominaran y amaran nuestras dos lenguas.

Estas dos premisas han configurado un consenso nacional sobre la política lingüística y educativa que se ha traducido en la Ley de Normalización Lingüística del 1983, la de Política Lingüística del 1998 y la de Educación del 2009, las tres basadas en el Estatuto de Autonomía. Las tres leyes han permitido establecer el carácter vehicular de la lengua propia, la garantía que niños y niñas no serán divididos ni en aulas ni en escuelas diferentes en función de su lengua, la garantía del aprendizaje y el uso de las dos lenguas oficiales del país (el catalán y el castellano) y el respecto de los derechos lingüísticos. Marta Mata, insistía que el objetivo a lograr era (y es) que chicos y chicas conocieran, dominaran y amaran nuestras dos lenguas. La introducción de un elemento de afecto respecto de las dos lenguas es esencial.

Este es el consenso lingüístico. A menudo se reduce el consenso a la inmersión lingüística. Es importante recordar que los programas de inmersión (como los define por primera vez la LEC) constituyen un método, útil y necesario. Pero no son el objetivo de una política lingüística inclusiva, sino un instrumento para hacerla posible.

Desde el inicio de nuestro autogobierno hemos avanzado, y mucho, en el ámbito de la lengua. En el trayecto, como decía, han aparecido nuevas inmigraciones y más complejidad social, por ejemplo. También la evidencia de la necesidad estratégica de dominar lenguas extranjeras.

Por todo esto, creo que examinar el estado del modelo lingüístico del sistema educativo de Catalunya, si se hace responsablemente, sin sectarismos y pensando en el conjunto de la sociedad catalana, no solo no nos tiene que preocupar sino, al contrario, nos tiene que interesar.

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