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A pesar de todo, Europa

europa¿Quién irá a votar en las elecciones europeas del próximo 25 de Mayo? En el 2009 votaron 16 millones de personas (el 45 % del censo) en España y 2 millones en Catalunya (37%). Si nos dejamos llevar por el olfato, parece que ahora, con un ambiente de mayor desconfianza en la política y en las instituciones, en un momento de más alejamiento popular respecto del proyecto europeo y en una atmósfera demasiado condicionada por los efectos perversos de la crisis, iría a votar menos gente. Si esto ocurriera, sería una mala noticia. ¿Hay razones para ir a votar? Pretendo, con este artículo, explicar que sí, que hay, y que son poderosas.

Llevamos ya unos meses de debate público sobre estas elecciones. Me temo, sin embargo, que no es el debate más acertado. En Catalunya la discusión se ha centrado, hasta ahora y fundamentalmente, en una hipotética candidatura soberanista unitaria y en el fracasado acuerdo programático de los partidos que han apostado por la secesión como solución de nuestros problemas y que deberían encontrar un supuesto apoyo europeo a sus tesis. En clave más general para el conjunto de España, la cuestión que aparentemente se dirimirá es la victoria del PSOE o del PP (siempre por un escaso margen, por lo que parece) y las consecuencias de este resultado sobre el tramo final de la legislatura y los efectos sobre las próximas elecciones generales. Se trata, en ambos casos, de una mirada local a unas elecciones que tienen, o deberían tener, otra dimensión.

Se trata de escoger nuestros representantes en el Parlamento de esta Europa que estamos construyendo con tantas dificultades. No resolveremos ni la gobernación de España ni el contencioso catalán. Pero yo no diría que lo que está en juego sea menos importante, al contrario.

Estas elecciones europeas no son como las anteriores. Son diferentes por dos razones. En las anteriores elecciones, en el 2009, ya estábamos en plena crisis financiera, pero aún no había suficiente perspectiva sobre los orígenes de la crisis y sus efectos. Hoy tenemos esta perspectiva temporal que nos permite evaluar críticamente una política económica y financiera de la Unión Europea que, aunque ha logrado garantizar la estabilidad de la moneda común, ha dejado muchísimas heridas sociales que tardarán tiempo en cicatrizar. La mayoría conservadora – liberal que gobierna Europa ha impuesto una política de austeridad, a cualquier precio. Hoy sabemos que así se ha empobrecido la sociedad, se ha aumentado la desigualdad y ha hecho más difícil la recuperación de la actividad económica y la creación de puestos de trabajo. Hoy sabemos mejor que nunca que para nuestras vidas cotidianas la política económica que se decide en Europa en afecta de lleno. Que esto que hemos denominado «la troika», es decir, la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo mandan más que cualquier gobierno europeo. Y que lo hace con una legitimidad democrática debilitada por la falta de vinculación entre estas instituciones y la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas.

Para muchos, la Unión Europea es vista como culpable de la crisis o, al menos, de parte de sus consecuencias y esto puede alimentar las opciones más euroescépticas y populistas. No deberíamos equivocarnos: creo que es cierto que la rigidez de las políticas de austeridad y la falta de una perspectiva menos » nacional» en la búsqueda de las soluciones ha sido un error. Sin embargo también debemos ser conscientes de que la Unión Europea y la moneda común siguen actuando como un factor de protección y de estabilidad. Salir de la crisis en buenas condiciones pasa, pues, para cambiar las políticas en Europa: hacer de la política industrial y de investigación la auténtica prioridad, reflejada en un presupuesto europeo que merezca este nombre; focalizar la ocupación y el crecimiento; construir una política fiscal común y, sobre todo , una estrategia conjunta de lucha contra el fraude; garantizar la estabilidad financiera de la moneda común, pero más sobre la base de los intereses comunes que de los intereses de cada uno de los Estados miembros,… Esta es pues la primera razón: hay suficientes argumentos para demostrar la incidencia directa de la política europea en nuestras vidas, en la cohesión de nuestras sociedades y en la pervivencia de nuestro modelo social. No menos Europa, sino más y mejor Europa.

Pero hay una segunda razón. Son las primeras elecciones tras el Tratado de Lisboa, que da más atribuciones al Parlamento. La más importante es que, por primera vez , los representantes del conjunto de los ciudadanos europeos decidirán con su voto el nombre de la persona que habrá de presidir la Comisión. Creo que este es un paso muy importante para conformar una auténtico «gobierno europeo» que tenga que responder de sus políticas ante una cámara democrática. Este hecho debería ayudarnos a cambiar la perspectiva con la que miramos estas elecciones.

Dos razones, pues: la conciencia del papel de Europa en nuestra vida cotidiana y el hecho de que las elecciones servirán efectivamente para escoger el presidente europeo. A mí no me parece poco.

José Montilla

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